A veces me preguntan cómo empezó todo esto de las computadoras, y la verdad es que no hay una sola respuesta. Es una mezcla de curiosidad, cables, pantallas en blanco y negro y muchas horas tipeando líneas de código que a veces ni funcionaban.
Esta es una muy breve autobiografía sobre mi paso por el mundo de las
computadoras y los videojuegos. Seguramente olvide muchos detalles —y algunos
me los guardo para no aburrir—, pero va dedicada a todos los que vivimos
aquella época, y en especial a quienes fueron colegas, clientes y compañeros de
aventuras digitales.
Quizás algún día escriba una segunda parte, más completa y prolija.
Los primeros bits
Todo
comenzó junto a mi hermano mayor, cuando compramos nuestra primera
computadora: una Timex Sinclair 1000, en una casa de computación de la
calle Maipú (¿cómo se llamaba?). Tenía 2 KB de RAM, imagen en blanco
y negro y sin sonido. Una maravilla para su tiempo, aunque hoy nos
parezca imposible hacer algo con tan poco.
En la
escuela primaria a la que iba (C.C.Vigil), tener una computadora era
casi una rareza. Recuerdo a una compañera que tenía una Texas TI99/4A
—color y sonido, toda una evolución—. Intercambiábamos juegos escritos en BASIC,
que había que tipear línea por línea. La mayoría no funcionaban, claro, por
incompatibilidades. Pero esa era parte de la magia: el intento, el error y la
satisfacción cuando, por fin, aparecía algo en pantalla.
Después
de la Timex llegó justamente la Texas TI99/4A, y más tarde la Spectrum,
que compramos en Alas Computación, sobre Avenida Pellegrini en una Galería.
Luego vino la Commodore 64, con su inseparable datasette, y más
adelante una disquetera 1571 (la del Commodore 128) y el mítico cartucho
Fastload.
El Fastload
para la Commodore 64 era un accesorio fundamental: aceleraba drásticamente los
tiempos de carga —hasta cinco veces más rápido que el sistema estándar—
y además incluía utilidades muy útiles para manejar los disquetes, como copiar,
formatear o ver el directorio sin borrar el programa en memoria. También
ofrecía herramientas de depuración y edición en código máquina, e
incluso podía desactivarse fácilmente si algún software no era
compatible. Una verdadera joya técnica para su tiempo.
Hasta que
llegó la Commodore Amiga 500… y ahí sí: fue una locura. Gráficos,
sonido, animaciones. Un antes y un después.
Del hobby al trabajo
El salto
a las PC ya me encuentra con recuerdos mezclados: no sé si fue primero
una XT o una 286, pero sí recuerdo que no tenía disco rígido
y usaba un monitor Hércules. Desde ahí, la evolución fue constante.
Con el tiempo llegaron los días de La Tinto (Entre Ríos 1075) y después La Cueva, justo al lado, en el 1071.
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| F1 "Ayuda" | 
Ahí comenzaron mis días como técnico reparador: desoldar, soldar, probar
chips, revivir computadoras. Pasaron por mis manos Commodore 16, 64, 128,
Amiga 500, 600, 1200, 3000, además de Atari, MSX, Spectrum, y muchas
más.
Solía ir
a buscar las máquinas a Todocomputación, en la galería Vía Florida, para
repararlas y luego devolverlas funcionando. También trabajé en Online
Software, primero en el local 18 y luego en el 35, cuando se mudó al fondo.
Le
decíamos “la galería de la computación”, porque estaban todos:
- Todocomputación, que vendía insumos y
     hardware,
- DMA, que ofrecía software
     shareware,
- y Online, dedicada a
     los juegos.
 Era casi un pacto de caballeros: cada uno en lo suyo, compartiendo la misma pasión. Todocomputación 
Clientes, amigos y anécdotas
Entre los clientes recuerdo a Roberto Fontanarrosa, que traía a su hijo a comprar juegos. También al técnico que manejaba el láser del boliche Space, donde, en una pantalla gigante, pasaban saludos y efectos generados con una Spectrum.
Un día preparé varias animaciones en una Commodore Amiga 500, las grabé
en VHS y se las llevé para que las pasaran en el boliche.
Ver esas imágenes en la pantalla gigante, rodeado de amigos, fue un momento que
nunca olvidé.
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| On Line Software, Galería Vía Florida Local 35 | 
Tiempo después, junto a mi amigo Jorge Ramos, salimos en una nota del diario La Capital sobre la primera edición del GTA. Hoy puede parecer algo normal, pero en su momento el juego generó mucha polémica por su contenido violento.
Epílogo (por ahora)
Podría
seguir contando anécdotas por horas, pero prefiero dejar acá esta primera
parte.
Invito a quien lea esto a dejar su recuerdo, historia, anécdota o foto
de aquella época.
Un saludo muy especial para Carlos y Willy, y para todos los que
compartieron conmigo esta increíble aventura digital.

 






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